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Aho Uhal

Olatz Salvador


Año: 2022
Euskarria: Biniloa
Descripción
La música de Olatz Salvador no es plana, es un laberinto. A medida que la escuchamos
vamos sintiendo que avanza como una serpiente sobre nuestra piel y se retuerce sobre
nuestras heridas y nuestros puntos más débiles, señalándolos, haciéndolos más visibles. Su tacto es a la vez dulce y amargo, es al mismo tiempo caricia y pellizco, porque al escuchar sus canciones reconocemos el dolor, los miedos, las heridas, los vacíos a los que canta, nos reconocemos en esa voz que no sabe cómo apaciguar las mareas que remueven su interior; pero, al mismo tiempo, la intensa suavidad de su voz la convierten en un bálsamo que nos permite mirar al cielo, haciéndonos creer por un momento que, a pesar de nuestras heridas más difíciles, tenemos derecho a buscar la felicidad. Ven, deja que el día cicatrice la noche, nos susurra al oído. Y nos alivia.
En las canciones de Olatz Salvador hay una verdad, la de su voz, que gana intensidad
gracias a la música que la sostiene. Ya desde el primer tema, la intro “Gaua”, adivinamos la atmósfera íntima, un tanto onírica, que nos envolverá durante todo el disco. Apoyada sobre esa atmósfera, una voz suave y precisa aúlla al sol, a la noche, al cielo, a los puertos, al mar, a los fantasmas, a las sábanas, a las grietas, a las calles... Y nos lleva arriba y abajo, como las mareas, sin brusquedades, pero en constante movimiento, con la fuerza de una resaca profunda. Y la fuerza se genera porque existe una unidad cómplice entre todos los elementos, música y voz que se miman mutuamente, se atienden, y crecen a medida que avanzan como en la profunda y emocionante “Ez garen gu”, en la rica “Ahots hari”, en la hipnótica “Ba hori” o en la contudente “Gelditu hor”, por citar algunas de ellas. Esa unión y ese sonido compacto son el fruto de una eficaz producción de Pablo Novoa y de un grupo atento, al servicio todo él de un mismo fin. Ander Zulaika (batería), Jagoba Salvador (bajo), Pablo Novoa (guitarras, programaciones y sintetizadores) y Mattin Saldias (guitarras) se sienten parte de un todo y nos empujan hacia el mismo lugar. Las colaboraciones de Rozalén (“Ahots hari” - escrita por Alaia Martin), La Mare (“Mareak”), Idoia Asurmendi (“Gelditu hor” - escrita por Ane Labaka) o Iván Ferreiro (“Promesas que no valen nada”) consiguen además dar un barniz reluciente a un armazón que ya era perfecto.
El disco “Aho uhal” es un chaparrón que nos moja hasta dentro, porque su sinceridad
conecta directamente con nuestras debilidades y nuestros vacíos y nos recuerda que también somos lo que no tenemos, lo que perdemos, lo que anhelamos; que tenemos licencia para tener miedo, para cometer errores, para sentirnos inestables, para estar fuera de lugar, para no ser seres perfectos.
La voz de Olatz Salvador, esa especie de grito susurrado al oído, y la música que la envuelve, tienen el gran don de convertir la debilidad en fuerza y en belleza. Y, de paso, nos hacen apreciar el encanto de nuestra propia fragilidad. Nos hacen sentirnos más bellas y bellos que nunca cuando temblamos.

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