«Etarra –le llamaban a Axun. Carcelero –llamaban a Jesús Mari. Asesina –a Luisa. Española –le decían a Jimena». Cuatro pinceladas para dar inicio a un texto complicado en su propuesta. Trabajo de investigación, mirada feminista, escucha vulnerable.

Relatos anómalos sobre el conflicto vasco, enunciación de violencias invisibilizadas durante los años en los que estuvo activo, pero también identificación de la ruptura de esas violencias y de muestras de solidaridad entre los que se suponía que eran enemigos. Huecos en los relatos, huecos del habla como espacios, en realidad, de resistencia a la violencia, también impuesta, del conflicto.

Y escucha. Escucha vulnerable como práctica que materializa la ruptura de seguridades, la rigidez de las verdades y transforma subjetividades, construyendo otros espacios de convivencia con quienes han sido enunciados como enemigos.
A través de relatos sobre violencias en primera persona, Andrea García González se adentra en la propuesta teórica de la escucha vulnerable como práctica de paz. Práctica que rompe con las violencias vividas en primera persona en conflictos armados. Apuesta arriesgada para pensar un momento histórico que rompe con las dicotomías.